La inteligencia emocional en niños de todas las edades se
convirtió en el centro de atención para mejorar los entornos educativos y
familiares, dándole un giro radical a la manera en que los más pequeños
perciben el aprendizaje, ya que se demostró que este proceso se encuentra
vinculado directamente con la forma en que proyectan sus emociones.
En el libro La
inteligencia Emocional de los niños, Will Glennon (1997)
define la educación emocional como ese proceso en que el menor
aprende a identificar sus emociones y utilizarlas a su favor.
Es decir, que encuentra en sus emociones un apoyo para comunicarse y
relacionarse efectivamente con las personas que le rodean.
No olvidemos que, a diferencia de los adultos, los
niños poseen una mayor plasticidad cerebral, por lo que su
capacidad de absorción de conocimientos no solo es mayor, sino de mejor
permanencia, ya que están en una etapa donde todo aquello que aprenden es mucho
más significativo en sus vidas, lo que puede repercutir tanto en el desarrollo
cognitivo como afectivo y social.
De esta manera se fue gestando un concepto de inteligencia
emocional para niños que se alejaba del concepto de Goleman y se enfocaba en
las necesidades de desarrollo a temprana edad. Entre estas necesidades se
destacan:
·
Que el menor tome conciencia de su identidad: su “Yo” se
desarrolla al tiempo que aprende a interactuar con la identidad de sus semejantes.
·
Ayudarlo a identificarse como individuo: el niño comienza reflexionar sobre lo que siente, piensa, desea y
hace, de tal manera que va reconociendo también la
magnitud de sus decisiones y capacidades.
·
Impulsarlo a agudizar su capacidad de pensamiento
crítico: entre los 5 y 10 años se vuelve más asertivo para
detectar las emociones de los demás y se arriesga a emitir juicios de valor y
definir situaciones en términos éticos y morales.
·
Orientarlo para definir emociones básicas y complejas: el
niño descubre que existen
otras emociones más elaboradas que también pueden ser expresadas y definidas
verbalmente.
Al mejorar sus definiciones se da cuenta de que además de feliz o triste
también puede sentirse celoso, avergonzado o confiado.
Para Glennon la inteligencia emocional es esencial en los
niños porque está directamente relacionada con la felicidad emocional, que es
consecuencia del correcto desarrollo de la primera.
Entender las
emociones es una forma de autoconocimiento, y “el
autoconocimiento lleva al conocimiento de los demás [mientras que] el
autorrespeto lleva al respeto por los demás”.
Bajo este concepto, podemos deducir que ser inteligente
emocionalmente es una de las necesidades propias del ser humano para crecer y
desarrollarse con éxito en la sociedad
.